Forastera, con gran pompa recibida,
desde la catedral, puesta en sus andas;
con riqueza en sus diamantes muy nutrida,
triunfante, salió en hombros a la plaza.
Reina y Señora que es de cielo y tierra
fue noble y al bajar la escalinata,
su reflejo alumbró, cual luz de vida,
a sus hijos devotos que miraban.
Por gente del común con el virrey,
vecinos del cabido y de la Audiencia
con danzas, bailes y las luces de candelas
por calles con ventanas adornadas,
serena fue llevada hasta el espino
que se hizo como altar, con nicho y fondo.

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